¿Escalar descalso o en gatas?

Hay una escena que siempre se repite en cualquier muro o peña: alguien que se anima a probar la roca descalzo o con el pie encintado, buscando ese contacto puro con la piedra. Y sí, se siente natural, un contacto puro que se remonta a los primeros contactos del ser humano con su entorno.  Pero la realidad es que la escalada moderna inventó un arma que lo cambia todo: las gatas de escalada.


Escalar descalzo o con tape te conecta directo con la textura, sientes cada grieta y canto como si la roca hablara en braille. El problema es que el pie no está diseñado para soportar ese castigo constante: se te abre la piel, pierdes precisión en apoyos pequeños y el dolor llega rápido. El encintado puede dar un poquito más de soporte, sobre todo en fisuras, pero nunca alcanza la rigidez ni la adherencia de una suela de caucho.


Las gatas profesionales son otra historia. Están hechas con goma adherente que te da fricción hasta en los apoyos más mínimos, y con un diseño que concentra la fuerza en la punta o el canto interno del pie. Es como pasar de correr en la playa a tener spikes en la pista: tu rendimiento sube porque tu pie está optimizado para leer la roca sin destruirse en el proceso.


En pocas palabras: descalzo es crudo, romántico, poético… pero limitado.  Quizá en edades de formación, es mejor comenzar descalzo para no dejar de vivir la experiencia y aprender por ti mismo que con tape sobrevives un rato. Con gatas, de verdad escalas hasta el límite.

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